Pienso que Lluis Domènech i Montaner representó un nexo entre el Modernismo como arquitectura y los cambios sociales, económicos y políticos que Catalunya y más concretamente Barcelona vivieron en aquella época. La arquitectura y la política estuvieron ligadas al personaje con la proyección social que esto supone.
En cambio en la isla de Mallorca aquellas transformaciones no se produjeron. Tenemos, eso sí, algunos ejemplos arquitectónicos del Modernismo, tanto del que armonizó con una clientela aristocrática y eclesiástica como del que lo hacía con la nueva burguesía industrial catalana.
En Mallorca, la experiencia de Gaudí (básicamente en la Seo) y la de Domènech (el Gran Hotel) no fueron acompañadas de la base social, económica y política que fomentó el Modernismo en Barcelona. Sin embargo, tanto las reformas de la Seo como del Gran Hotel pienso que son obras importantes de sus autores. También es verdad que Gaudí se fué, enfadado, de la Seo, sin acabar su trabajo y que Domènech hizo el Proyecto pero no dirigió las obras ni la decoración del Gran Hotel.
Los otros ejemplos del Modernismo en Mallorca son, en mi opinión, obras de menor nivel, aunque, sin duda, interesantes.
Es a comienzos de este siglo cuando Don Juan Palmer Miralles, con la colaboración de Don Antonio Albareda, hotelero, encargan a Lluis Domènech i Montaner el Proyecto del Gran Hotel.
En el contrato entre Palmer y Albareda se dice que éste se encargará del interiorismo. No es un punto secundario, ya que la decoración tendrá poco que ver con la arquitectura de Domènech.
Con la colaboración del Arquitecto Jaime Aleñar, la obra se acabó el año 1903.
A principios de siglo Mallorca era muy diferente a la de ahora; sobre todo su estructura económica, muy ligada a las actividades agrícolas. La baja renta de sus habitantes hacía del Gran Hotel un lugar no sólo monumental por fuera; también por dentro era inaccesible para la mayor parte de la sociedad mallorquina. Los usuarios eran, sobre todo, visitantes extranjeros de elevado nivel económico, de manera que el Gran Hotel, juntamente con el Hotel Formentor y el Hotel Mediterraneo formaban el conjunto de edificios de lujo para los primeros turistas de Mallorca. Creo que se puede afirmar que el Gran Hotel es vivido por los mallorquines más como una fachada que como un lugar de tertulias literarias o artísticas.
Durante la guerra, el Gran Hotel tuvo que admitir a unos huéspedes muy diferentes: los "camisas negras" del "conde Rossi" ( que parece que no era ni conde ni italiano y de triste recuerdo en la Mallorca de los grandes cementerios bajo la luna de Bernanos). Fué el comienzo de la decadencia moral y material del que había sido el mejor hotel de Mallorca, tal como habia encargado, treinta años antes, el señor Palmer al arquitecto Lluis Domènech i Montaner.
El año 1941 fué vendido al Instituto Nacional de Previsión.
El protagonista cultural de la posguerra era la ignorancia. No creo que fuese otra cosa lo que presidió la mutilación por parte del Instituto Nacional de Previsión del Gran Hotel. "La imagen de marca" del nuevo propietario eliminó de la vista las columnas de mármol, los arcos y las vigas de celosía de la planta baja.
Más extraña resulta la eliminación del frontón y demás coronamientos del edificio. Lamentablemente, esta nueva imagen exterior, resultado del "homicidio" que no "asesinato", es la que durante más de cincuenta años ha tenido el Gran Hotel.
Interiormente el desbarajuste fue mucho peor. Hubo una sistemática eliminación de la mayoría de elementos arquitectónicos y de la totalidad de la decoración.
Aún recuerdo haber ido a hacer algún peritaje en los Juzgados instalados en el Gran Hotel.
Era un ambiente arquitectónico del tipo "Frente de Juventudes". Las puertas y los marcos estaban pintados, mal repintados, de un color verde claro indefinido. El ascensor habia sido sustituido por un aparato nuevo y feo. En los cuartos de baño había alguna bañera.... Parecía todo como vacío y roido de rata.... Probablemente estábamos, ahora hace más de veinte años, en el punto más bajo de la utilización del Gran Hotel.
Después fué cerrado y la ruina, ya más digna por deshabitada, fue adelante.
Fuí una de las personas a quien la Caixa acudió para buscar de manera discreta una casa-palacio para las actividades culturales. Hubo varias opciones hasta que se decidió comprar este edificio.
Cuando en el año 1987 nos encargaron a Jaume Martinez y a mí la rehabilitación del edificio conocido como el Gran Hotel nos tuvimos que enfrentar con el resultado de la degradación que he comentado y, además, con una falta documental importante.
A parte de las fotografías (que tanto nos ayudaron) la documentación gráfica del proyecto era mínima, prácticamente sólo las plantas y las fachadas, y éstas muy poco detalladas.
La primera incógnita era saber si las columnas y arcos habían sido eliminadas o gravemente mutiladas. Afortunadamente, después de unas delicadas intervenciones, comprobamos el relativo buen estado de estos elementos. Ya he dicho que fué un homicidio fruto de la ignorancia y no un malévolo asesinato.
También pudimos comprobar que el frontón del coronamiento de la esquina habia sido bajado de su sitio original, pero que la mayoría de los elementos escultóricos que lo integraban subsistían. También observamos que el coronamiento de la fachada en la Plaza Weyler, desaparecido, era repetición de otros elementos existentes en la parte superior de la fachada. La balconera redonda de piedra, desaparecida, también era similar a las aún existentes en las fachadas.
Por tanto, los principales elementos de la fachada (a la vez importantísimo elemento del edificio) estaban a nuestra disposición. Incluso quedaban vidrieras que permitían la reproducción de los inexistentes.
En el interior, en cambio, no había prácticamente nada aprovechable. Ni soleras, ni techos, ni escaleras, ni revestimientos, ni muebles. También hay que decir que la decoración, nunca estuvo a la altura del edificio en sí, según parece la influencia de Domènech en este aspecto fue pequeña.
Sin embargo, si hubiese sobrevivido la hubiesemos conservado.
Una vez recogida toda la información, tanto la documental y fotográfica como la de la situación existente, hubo que hacer una reflexión sobre el Proyecto de Domènech.
En primer lugar nos sorprendió que esta importante esquina de Palma, con una de las calles, la de Pueyo, de 3,5 m. de ancho y totalmente edificada no hubiese influido en nada en el Proyecto. Es evidente que la espectacularidad de la fachada tiene que ver con una calle ancha, una plaza o un parque y no con una calle extrecha de 3,5 m. Recuerdo la incredulidad de los expertos museísticos franceses, que la Fundación contrató para elaborar el programa, cuando les demostramos con fotografías antiguas que los edificios vecinos de la calle Pueyo existían antes de que se hiciese el Gran Hotel.
El examen detenido de la fachada revela la concepción naturalista de la forma tan enraizada en el Modernismo. Pero en este edificio (como, por otra parte, en otros del mismo autor como la Casa Lleó Morera de Barcelona) también hay esta concepción en el concepto, de manera que la planta baja es como los troncos de los árboles que se elevan, floridos, por las plantas altas.
En cambio, esta transparencia, propia de los troncos de los árboles de los bosques, era eliminada en el Proyecto mediante una carpintería de vidrieras y persianas que por detrás de las columnas y arcos, con muchas entregas complicadas, impedían las miradas indiscretas desde el exterior. No podía ser de otra manera en la sociedad mallorquina de principio de siglo tan clasificada en ricos y pobres.
Pienso que este inicial cerramiento contradictorio con el concepto de edficio no fue más que una autocensurada servitud del Proyecto al programa del cliente. Después, el Instituto Nacional de Previsión, con menos contemplaciones hizo lo mismo: cerró y con rejas. De alguna manera, sin duda más descarada, quedaba clara la separación entre dentro y fuera.
Nuestro cliente, y más concretamente el programa del Centro Cultural en su última versión, no contemplaba esta separación. Sino todo lo contrario. Se trataba de hacer gala de las iniciativas culturales de la Fundació, y la invitación a entrar tenía que ser estimulada incluso con una cafetería y una librería. Además, la adquisición (durante la obra) de la colección Anglada Camarassa y su ubicación permanente en el Gran Hotel incrementaba notablemente la vocación del edificio para ser visitado por el público. Los objetivos se han cumplido, sobradamente.
Libres de los vestigios del antiguo cerramiento y de los requerimientos de uno nuevo, nos planteamos hacer "transparencias" en los huecos de la fachada de la planta baja.
Una de las maneras de favorecer la transparencia es conseguir que entre luz en el interior del edificio por sitios diferentes de la fachada. Esta posibilidad la hemos materializado mediante la abertura al patio ajardinado posterior y, sobre todo, mediante la conversión del patio de luces original (con lucernario sobre la planta baja) en un espacio al cual se abren los corredores de cada planta y cubierto con cuatro pirámides solamente de vidrio las cuales unidas a las otras cuatro sobre la escalera original dan mucha luz al interior.
Por tanto la transparencia como necesidad arquitectónica, estimulada por el programa actual ha sido un punto de partida. Transparencia en todos los lugares del edificio en que no fuese necesario por razones arquitectónicas como de programa, su cerramiento.
Como siempre pasa, la tranparencia induce a las personas a recorrer el edificio. Esto es muy importante ya que la luz cenital que da claridad al recinto central impulsa a los visitantes a subir la escalera, accediendo a las diferentes plantas.
Para conseguir estas características, hemos utilizado vidrios de grandes dimensiones, especiales, sostenidos por columnas estrechas de acero, situadas detrás de las columnas de mármol.
En la cubierta, las pirámides son sólo de vidrio, es decir, sin carpintería metálica, excepto en la base.
La transparencia horizontal del edificio abarca la planta baja prácticamente en su totalidad. Así, tanto la cafetería, como la librería, como la sala de exposiciones temporales son visibles desde el exterior del edificio. Desde dentro de la cafetería podemos disfrutar de la vista del entorno del edificio de manera que parece que uno está en un porche. Es ni más ni menos que lo que deducimos del concepto arquitectónico en el Proyecto de Domènech. Hay que decir que casi siempre está lleno de gente. En la librería, la disposición radial de las estanterías permite que los libros sean el único obstáculo entre el exterior y el interior. Como debe ser. Tanto los muros de la cafetería, como de la librería, como del espacio central y de la escalera están revestidos de piedra calcarenita. Los de la sala de exposiciones temporales están revestidos de paneles de escayola. Los suelos están revestidos de mármol blanco sin abrillantar. Los techos son de escayola pintados de color blanco.
A medida que subimos la escalera nos encontramos con un espacio de una gran ambigüedad. Me refiero al rellano que, en cada planta, esta superpuesto con uno de los cuatro lados del corredor. Esto nos supuso tener que resolver qué era arquitectónicamente más importante, si el rellano o el corredor. Si el espacio, pertenecía a la escalera o al corredor. A primera vista parece que es de este último, pero si analizamos el papel del espacio vacío que queda en medio deducimos que el vacío es el principal protagonista y que el corredor que lo envuelve es totalmente subsidiario. Por lo que decidimos integrarlo con la escalera, como rellano. Para expresar la decisión de una manera contundente unimos cada uno de los dos pilares de este lado del corredor-rellano con los muros de la caja de escalera. Los huecos de paso son portales y, al igual que el resto de los mismos, son reproducciones del único portal conservado en el edificio: precisamente uno que estaba tapiado en el primer rellano de la escalera y que, inicialmente, comunicaba el Gran Hotel con una dependencia en el edificio colindante.
En la primera planta hay una parte que da a las fachadas y otra que da al patio posterior. Esto pasa en las cuatro plantas pisos. Las aberturas que dan a las fachadas, son relativamente pequeñas, al contrario de lo que sucede en la planta baja. Por eso son plantas propicias para exposiciones y museo. Sus muros los hemos revestido de paneles de pladur pintados. El suelo está revestido de mármol blanco sin abrillantar y los techos están revestidos de escayola pintados en color blanco. La ubicación definitiva de la colección Anglada Camarasa creó la necesidad de una gran superficie de muro para la obra "Valencia" de grandes dimensiones, por lo cual tuvimos que crear un espacio de doble altura que une la planta primera y la segunda, con una "mezzanina" intermedia. La planta tercera está destinada a biblioteca y espacios educativos y la cuarta a oficinas del Centro. Los revestimientos de las dependencias restantes son idénticos a los descritos.
En el sótano había originariamente, los almacenes del hotel. Es un espacio que resulta de la estructura superior, sin ningun elemento arquitectónico original a destacar. En él hemos hecho una sala de conferencias que también permite proyecciones y conciertos. La necesidad de conseguir un elevado confort acústico nos impulsó a diseñar, de acuerdo con las indicaciones del ingeniero Xavier Ariño, unos revestimientos de lamas de madera de caoba dispuestas vertical y perpendicularmente a los muros laterales evitando los problemas del paralelismo. El suelo es de granito gris a corte de sierra.
La estructura del edificio es, prácticamente, la original. Es muy racional, de muros de carga paralelos a la fachada y arcos o vigas sustentadas por pilares. La escalera principal es la original (muy bien conservada). Por necesidades funcionales y de prevención de incendios hemos incorporado dos escaleras más. Las grandes dimensiones de las viguetas, que son metálicas, aconsejaron disponer refuerzos transversales que permitiesen el nuevo uso. En la banda interior, allí donde estaba el comedor, hemos apeado un muro de carga con el objeto de ampliar la Sala de Exposiciones Temporales y la Sala de Conferencias del sótano. Es la única intervención estructural importante juntamente con la doble altura en las plantas primera y segunda ya mencionada.
El tratamiento de la fachada para su recuperación según el estado original aconsejó incluir dentro del equipo a un cualificado restaurador, Frederic Soberats, asi como destacados artistas, escultores y artesanos. Para la reconstrucción de las vidrieras, en base a las demás existentes, se contó con la colaboración de Sauny Strapp.
La piedra de la fachada es, en las plantas superiores, calcarenita de Porreres. Para limpiarla se recurrió a los procedimientos de agua atomizada, asi como a resinas y espigas de acero para la colocación de las piezas, utilizándose pigmentos para igualar la tonalidad de la piedra existente con la nueva empleada en los coronamientos superiores y en la barandilla del balcón circular del primer piso.
En la planta baja, el mármol de las columnas requirió pequeñas inserciones, al igual que el zócalo de mármol negro. Como las canteras originales están agotadas se recurrió a trozos de escalones de escaleras secundarias del edificio en mal estado de conservación.
El análisis del exterior inmediato del solar nos llevó a sugerir a la Fundació la conveniencia de incorporar como plaza peatonal el espacio utilizado para aparcamiento. Esto ha permitido tener una mayor perspectiva del edificio que como ya he comentado antes parece tener poco espacio a su alrededor y que considero que es una de las contradicciones del Proyecto de Domènech.
Es necesario decir que los fanales que hay en la plaza no son los proyectados por nosotros. Tampoco lo son los bancos. Pienso que la no aceptación por parte del cliente de estos elementos, incluso después de haberlos instalado, ha sido una de las pocas discrepancias que hemos tenido.
Es necesario decir que la aceptación social de esta rehabilitación ha sido unánime. Pocas veces ha habido tantas coincidencias, felicitaciones, comentarios favorables, incluso de compañeros de profesión. A poco más de un año de su inauguración por S.S. Majestades los Reyes de España, 434.000 personas lo habían visitado.
Barcelona, Diciembre de 1994
Pere Nicolau i Bover
Arquitecto